Artículos de Investigación

Arte que protege. Aportes a una autoprotección expandida en el conflicto sociopolítico urbano en Medellín Colombia

Art that protects. Contributions to expanded self-protection in the urban socio political conflict in Medellín Colombia

Beatriz Elena Arias López
Universidad de Antioquia, Colombia
Laura Jiménez Ospina
Universidad de Antioquia, Colombia

Arte que protege. Aportes a una autoprotección expandida en el conflicto sociopolítico urbano en Medellín Colombia

Revista Virtual Universidad Católica del Norte, núm. 76, pp. 92-122, 2025

Fundación Universitaria Católica del Norte

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Recepción: 30 Octubre 2024

Aprobación: 22 Julio 2025

Resumen: Experiencias y estudios previos coinciden en reconocer el arte como mediador potente en contextos de violencia sociopolítica. El objetivo del estudio fue explorar cómo las iniciativas artísticas y culturales desarrolladas por organizaciones de base comunitaria en Medellín generan y facilitan estrategias de autoprotección, especialmente para mujeres y jóvenes en el contexto del conflicto urbano. Se realizó un estudio de caso instrumental a través de revisión documental, observación participante, recorridos territoriales, entrevistas semiestructuradas y grupos de discusión, desde 2022 al 2024, con la participación de 15 organizaciones. El arte se torna autoprotector por su incidencia en el fortalecimiento de procesos colectivos, el reconocimiento mutuo, la apropiación de territorialidades seguras y la posibilidad de una postura afirmativa de artistas y comunidades ante los actores armados, haciendo del arte una sombrilla protectora que posibilita otro tipo de relaciones y agenciamientos en el barrio, además de la legitimidad construida por las organizaciones a lo largo de los años. Se concluye que el arte permite una autoprotección ampliada que abarca tanto una dimensión física como emocional, considerando los vínculos que se forman entre cuerpos individuales y colectivos, con acciones de cuidado que pugnan por mantener y fortalecer solidaridades y espacios para lo común.

Palabras clave: Arte, Conflictividad urbana, Conflicto social, Protección Civil.

Abstract: Previous experiences and studies coincide in recognizing art as a powerful mediator in contexts of socio-political violence. The objective of this study was to explore how artistic and cultural initiatives developed by community-based organizations in Medellin generate and facilitate self-protection strategies, especially for women and youth in the context of urban conflict. An instrumental case study was conducted through documentary review, participant observation, territorial tours, semi-structured interviews and focus groups, from 2022 to 2024, with the participation of 15 organizations. It was found that art becomes self-protective because of its incidence in the strengthening of collective processes, mutual recognition, appropriation of safe territorialities and the possibility of an affirmative stance of artists and communities before armed actors, making art a protective umbrella that enables other types of relationships and agencies in the neighborhood, in addition to the legitimacy built by the organizations over the years. It is concluded that art allows an expanded self-protection is proposed that encompasses both a physical and emotional dimension, considering the links formed between individual and collective bodies, with caring actions that strive to maintain and strengthen solidarities and spaces for the common.

Keywords: Art, Urban conflict, Social conflicts, Civil protection.

Introducción

Dado el contexto de conflicto armado y social que ha experimentado Colombia por varias décadas, se han desarrollado en el país un sinnúmero de estrategias gestadas desde grupos sociales y comunidades con el fin de hacer frente a las amenazas, vulneraciones y riesgos que han marcado sus vidas. Ante la ausencia del rol protector y garante de derechos de las instituciones estatales, que muchas veces se tornan en agresoras, bien sea por acción o por omisión (Otero Bahamón, 2022; Insuasty Rodríguez, 2021), muchos sectores sociales asumen la responsabilidad de buscar opciones y oportunidades para sus comunidades y territorios, a través del despliegue de estrategias para el logro de la supervivencia, el reclamo de soberanía, la defensa de derechos humanos, la reivindicación de su autodeterminación, la defensa del territorio y de sus formas de vida. Estas acciones se conectan de algún modo con lo que se ha nombrado en la literatura internacional como autoprotección comunitaria, referida a la preservación de la integridad física de personas civiles en medio de contextos violentos, quienes son protegidas a través de medios no violentos por otros civiles o que, a su vez, desarrollan estrategias propias para autoprotegerse ante amenazas directas de daño físico por parte de actores armados, sean estos legales o ilegales (Arias López & Jiménez Ospina, 2024; Bliesemann de Guevara et al., 2021; Furnari et al., 2023; Jose & Medie, 2016).

Los resultados que se presentan en este artículo se inscriben en los desarrollos de la Red N+Creando Espacio Más Seguro; una red de investigación internacional liderada por la Universidad de Aberystwyth de Gales, cuyo principal objetivo es explorar la necesidad de proteger a los civiles frente a la violencia armada creciente en el mundo, y cuyas cifras a junio de 2024 alcanzaron los 122.6 millones de personas desplazadas (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados [ACNUR], 2024). En Colombia, según datos del Registro Único de Víctimas (RUV, 2025), la cifra asciende a casi 10 millones, de las cuales un 8 % se ubica en Medellín. La Red N + señala que el alarmante aumento del número de civiles afectados por la violencia sugiere que los enfoques actuales de protección internacional son insuficientes para satisfacer las crecientes necesidades mundiales de protección, por lo cual es fundamental reconocer el papel clave de la autoprotección civil (Bliesemann de Guevara et al., 2024). Los resultados de este artículo hacen parte de uno de los 26 proyectos de la Red N+. A través de este escrito se busca reconocer la limitación de la mirada de autoprotección circunscrita al daño físico, pero también la restricción a escenarios preferentemente rurales y los pocos estudios que focalicen los aportes de las prácticas artísticas y culturales a la autoprotección. En concordancia, la investigación se orientó a comprender la manera cómo las iniciativas artísticas y culturales desarrolladas por organizaciones de base en la ciudad de Medellín, especialmente en barrios afectados por violencia urbana (comunas del centro, nororiente y noroccidente, además de los corregimientos periurbanos), son generadoras y/o facilitadoras de estrategias de autoprotección, sobre todo para mujeres y jóvenes, frente al conflicto urbano, así como productoras de una noción expandida de autoprotección desde su potencial aporte al cuidado de la vida.

En el contexto de conflicto urbano en Medellín, si bien puede coincidir con problemáticas comunes con el resto del país, también existen especificidades (por ejemplo: las fronteras invisibles, la cooptación del espacio urbano por el paramilitarismo, el ejercicio de violencia política en contra de quienes eran señalados de colaborar o ser parte de las milicias de izquierda) que pueden modificar y resignificar los mecanismos y estrategias de autoprotección, asociadas además a vulneraciones particulares, donde las mujeres y las personas jóvenes sufren afectaciones especiales (por ejemplo: violencia sexual, reclutamiento forzado, construcción de un modelo de masculinidad asociado a lo militar). Por su parte, las prácticas artísticas y culturales desarrolladas por organizaciones de base comunitaria, como otras formas de autoprotección (por ejemplo: festivales comunitarios que permiten romper las fronteras invisibles, la creación de colectivos artísticos que protegen a los jóvenes de reclutamiento forzado, la presencia de mujeres que actúan como referentes intermediarias en conflictos), también permiten redimensionar este concepto y sus posibilidades estratégicas para el mejor vivir de las comunidades urbanas.

Marco teórico

En el planteamiento de esta propuesta se incluyeron las vulneraciones y la autoprotección como nociones problematizadoras transversales, al arte como mediador de autoprotección y el conflicto urbano de la ciudad de Medellín como contexto de estudio, con el fin de hacer un aporte académico e investigativo a través del acercamiento al contexto urbano de vulneración y a unas estrategias poco exploradas desde las perspectivas de la autoprotección y la protección civil no armada. Cabe señalar que en el transcurso del trabajo de campo y el proceso interpretativo emergió la noción de cuidado, que se presenta en el apartado de discusión.

Retomando las nociones de referencia iniciales del estudio, es importante señalar cómo la noción de vulneración se incluyó para hacer referencia al daño efectivo que se produce sobre una persona o un colectivo, mediante el uso de formas directas de violencia, que no son solo físicas, sino también simbólicas, pasando por un amplio espectro de expresiones y tipologías presentes en conflictos complejos, como es el caso de los contextos de conflictividad sociopolítica urbana. Se ha evitado intencionadamente el uso del término vulnerabilidad, ya que, como señala Madrid Pérez (2018), aunque inicialmente este concepto se empleaba para referirse a grupos más expuestos al daño, con el tiempo ha adquirido una neutralidad que invisibiliza a los responsables de dicho daño. De esta manera, parece que los individuos y grupos vulnerables son responsables de la violación de sus propios derechos, sin reconocer que el origen de su sufrimiento social está vinculado a sistemas injustos y desiguales, conllevando a análisis despolitizados propios de los análisis probabilísticos. En ese sentido, se enuncia a los habitantes de la ciudad de Medellín como sujetos vulnerados por actos y estructuras que causan daño de manera injusta y diferencial en la historia de la ciudad.

Frente a estas múltiples formas de vulneración, aparecen una serie de acciones emprendidas por las personas para protegerse de los daños, los riesgos y las amenazas. A dichas acciones se les ha nombrado en alguna literatura internacional como autoprotección civil. El punto de partida para darles este atributo tiene que ver con la autopreservación de la integridad física de los civiles en medio de contextos violentos. Se refiere a un conjunto de acciones inmediatas de protección ante amenazas directas de daño físico por parte de actores armados, sean estos legales o ilegales (Jose & Medie, 2016, p. 6). Estas medidas implican limitar el foco de atención a la violencia física y circunscribir la acción al plazo inmediato de respuesta ante la amenaza. Jose y Medie (2016) también plantean una diversidad de escalas en las acciones de autoprotección en términos del compromiso (p. 7). Estas pueden decantar en estrategias a mediano y largo plazo o mantener el carácter contingencial ante la amenaza, pero además señalan que en el repertorio de acciones es posible encontrar algunas que implican un compromiso no-violento y las que implican un compromiso violento. Estos atributos plantean limitaciones importantes para el análisis ampliado de la autoprotección del que se ocupó esta investigación, en términos del alcance de los daños y las amenazas. También, incluyen desafíos frente a las temporalidades de las acciones y su contribución a la perpetuación o la atenuación de formas violentas de resolver los conflictos sociales.

En ese sentido, se acoge ante todo el interés por explorar y comprender las lógicas no-violentas de la autoprotección, relevando la agencia activa por parte de las personas y los colectivos. Además, se busca abordar no solo la vulneración y el riesgo de daño físico, sino también afectaciones conexas de orden social, cultural, simbólico y emocional. Como lo ha advertido la Corporación Sisma Mujer (s.f.)[1], ampliar el foco de la autoprotección, implica considerar condiciones de dignidad, de autonomía y medidas que permitan hacer frente a la discriminación y garantizar un entorno seguro para la participación de los distintos actores en la vida social. Esto conllevó a considerar en este estudio lo subjetivo-emocional, lo físico-corporal, lo familiar, lo organizativo y comunitario, como ámbitos de vulneración, pero así mismo de autoprotección.

Según Martínez-Bernal (2016), las propuestas que se alinean bajo modos no violentos de autoprotección, reivindican formas activas de defensa ante el poder, que sin recurrir a las armas buscan sostenerse en la coherencia entre medios éticos y fines transformadores. Inspiradas en Gandhi, estas apuestas se posicionan como parte de una propuesta de vida alternativa dirigida al bienestar colectivo, la autonomía y la soberanía de las comunidades. En este sentido, generan dinámicas donde se destaca el papel de colectivos históricamente excluidos, haciendo acopio de estrategias creativas, simbólicas, culturales, que a menudo han sido invisibilizadas, permitiendo una reapropiación del poder desde lo cotidiano, sin reproducir la violencia.

En concordancia con estos planteamientos, se pueden resaltar algunas investigaciones que muestran el papel del arte y los modos performativos para poner en debate las pugnacidades en la construcción de relaciones sociales y memorias colectivas en contextos de asimetrías de poder profundas. De esta forma, se muestra su rol transformador e incluso terapéutico a nivel personal, familiar y colectivo, así como su potencial pedagógico para la formación política (Pineda Martínez & Orozco Pineda, 2018; Villa Gómez & Avendaño Ramírez, 2017). En el marco del conflicto urbano, el arte ha sido un lenguaje para narrar, denunciar, visibilizar y fortalecer la organización social comunitaria. Como propuesta pedagógica, el arte se orienta al potenciamiento de los sujetos y su capacidad para transformarse a sí mismos e incidir en su entorno. Los productos artísticos recrean elementos de la realidad y de los contextos de los participantes. A través del juego y la creación colectiva, propician la reflexión y la formulación de alternativas y propuestas. Asimismo, permiten imaginar salidas a diversas situaciones. Este proceso se sostiene en el reconocimiento y la apropiación del cuerpo como medio de comunicación y expresión. Múltiples experiencias señalan el papel activo del arte y las expresiones creativas sobre la dinámica del conflicto, la resistencia, la cohesión social y la recuperación de la vida social (Alvarán et al., 2022; Brádaigh Bean, 2024; Cano Chaverra, 2018; Daviaud & Carvajal, 2021; Estripeaut-Bourjac et al., 2020; Torres, 2021; Vélez Muñoz et al., 2020). Estos estudios muestran cómo el arte les permite a las personas constituirse como sujetos políticos con una perspectiva crítica sobre sus contextos de vida (Capasso, 2019; Pérez & Montoya, 2022), con sólidos argumentos al llamado que hizo la Comisión de la Verdad (2022a; 2022d) al indicar el papel del arte para mostrar la realidad violenta que ha azotado el país, además de establecer vínculos, juntanzas, esperanzas y formas colectivas de sanación. Aunque no es excluyente, su fundamento no es el arte como producto profesional y/o académico, o como producto comercial de consumo, sino como alternativa creativa para el fortalecimiento de la vida comunitaria.

Concluyendo este marco teórico de referencia, es importante recordar que el diálogo entre vulneraciones, autoprotección civil no violenta y prácticas artísticas se situó en un contexto de conflicto armado y social urbano, concretamente en Medellín, cuya dinámica social ha estado marcada por el conflicto desde finales del siglo pasado.

El aumento de la violencia en la ciudad en la década 1980 se caracterizó por la irrupción del narcotráfico en todas las esferas de la vida cotidiana, la emergencia de los grupos de justicia privada antecesores del paramilitarismo y la reorganización de los grupos milicianos en diferentes barrios (Comisión de la Verdad, 2022b). Este escalamiento de la violencia ha sido objeto de múltiples investigaciones que proponen explicaciones diversas y complementarias.

Algunos debates ponen el acento en la modernización y la urbanización acelerada, que condujo a que los individuos que llegaban a la ciudad no lograran adaptarse a los principios de la sociedad moderna, dando lugar al ejercicio de una ciudadanía deficitaria caracterizada por autoritarismo, falta de respeto hacia las libertades de los demás, desobediencia de la norma e intolerancia.

Otras explicaciones ponen la responsabilidad en el Estado, cuyos entes de control no lograron hacer presencia en los nuevos entornos, dando lugar a la cooptación por otros actores como los grupos paramilitares, las bandas delincuenciales o las milicias.

Igualmente se endosa la situación a una subculturade la violencia, implantada y fomentada desde el narcotráfico, llegando a permear hasta los más íntimos espacios de la convivencia familiar. Por último, se asocia dicho escalamiento a la consolidación de una ciudad excluyente donde la riqueza y la pobreza se espacializan (Comisión de la Verdad, 2022b).

Medellín: memorias de una guerra urbana (Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2017) es uno de los primeros trabajos sistemáticos dirigido al estudio de los actores, los tipos de violencia y las respuestas de la sociedad civil. Sus autores/as proponen una periodización que inicia en 1965 y va hasta 1981, donde se configuran los factores que después estallan en el conflicto armado de la ciudad, debutan prácticas de justicia privada y los pobladores de diferentes barrios hacen visibles sus demandas; el segundo periodo, de 1982 a 1994, se caracterizó por los actos de violencia perpetrados por el Cartel de Medellín y el ejercicio de una “guerra sucia” en la que las creencias políticas se castigaban con la muerte. De igual manera, surgieron los primeros grupos antecesores de los paramilitares que perseguían a los líderes barriales y emergieron pequeñas milicias, algunas de ellas independientes y otras comandadas por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) o las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

El tercer periodo, de 1995 a 2005, se caracterizó por la expansión urbana y rural del paramilitarismo, la expansión rural de las guerrillas, las negociaciones de paz con algunas milicias urbanas y la consolidación de Medellín como uno de los puntos más críticos para el conflicto armado colombiano. Las disputas asimétricas entre organizaciones paramilitares, bandas delincuenciales, las milicias que no se ciñeron a ninguna negociación, el Ejército y la Policía, dejaron a la población civil en medio del fuego cruzado y marcaron con sangre las calles de la ciudad. Fue en ese periodo que se dieron operaciones como la Mariscal y Orión, donde la colaboración entre las fuerzas armadas y el paramilitarismo dejaron al descubierto una política de seguridad que, lejos de buscar el bienestar de los habitantes de la ciudad, convertía a Medellín en la cárcel de sus propios ciudadanos.

Posteriormente, de 2006 a 2014, se hicieron algunas negociaciones con los paramilitares y los espacios que estos ocupaban fueron cooptados por diferentes estructuras criminales. Este periodo estuvo marcado por procesos de rearme, el asesinato de líderes, la atomización y exacerbación de fronteras invisibles y el aumento de la violencia de género. En la actualidad Medellín es la segunda ciudad del país con más víctimas del conflicto armado de acuerdo con el Registro Único de Víctimas (2025).

En el 2012, el gobierno entró a las negociaciones de paz con la guerrilla de las FARC, que, si bien tenía una ocupación principalmente rural, finalizó con la firma de un Acuerdo de Paz en el 2016, extensivo a todo el territorio nacional en sus debates y propuestas. Hoy, ante el fracaso de los modelos de negociación de paz incumplida, con su correlato en la exacerbación de nuevos ciclos de violencia, la coyuntura reclama la Paz Grande en palabras del informe de la Comisión de la Verdad (2022c) o la Paz Total, comoes planteada por la institucionalidad gubernamental. Esta Paz Total se propone como una paz con justicia social, con economías legales y en proceso de negociación con todos los actores armados posibles.

En todos estos periodos, hasta hoy, si bien la población civil ha quedado atrapada en medio de las disputas de diferentes actores, nunca ha tenido un rol pasivo. Desde diferentes procesos de resistencia apoyados por colectivos culturales, artísticos, del movimiento social y defensores de derechos humanos, los habitantes de los barrios han desarrollado estrategias de autoprotección y resistencia civil que no solo han denunciado lo que ocurre en la ciudad, sino que también permiten la creación de espacios seguros, en los cuales, así sea de forma transitoria, se borren las fronteras invisibles que dividen los barrios y se haga frente a las múltiples disputas que se reconfiguran y mutan constantemente en las calles de la ciudad.

Metodología

El estudio siguió una perspectiva epistemológica interpretativa, bajo el enfoque cualitativo de un estudio de caso de tipo instrumental (Stake,1998), donde el tema es dominante, más que las organizaciones intervinientes, entendiendo por el tema las prácticas artísticas y culturales gestadas por grupos y agentes comunitarios en la ciudad de Medellín con el fin de identificar su papel en la autoprotección, tácita o explícita, especialmente de mujeres y jóvenes en el contexto del conflicto urbano. Según Stake (1998), el estudio de caso permite conocer la particularidad y la complejidad de un caso singular, con un interés especial en la interacción con sus contextos. Adicionalmente se complementó con algunos elementos de la investigación basada en las artes (Leavy, 2020; Scribano, 2016), especialmente para la fase de divulgación y apropiación social del conocimiento.

En el estudio se incluyó una muestra intencionada (Martínez-Salgado, 2012) compuesta por 15 iniciativas como se muestra en la Tabla 1. Entre los criterios de inclusión se consideró que dichas iniciativas se originaran en procesos comunitarios locales, más que institucionales, especialmente activas y reconocidas en las comunas más afectadas por el conflicto urbano y la violencia sociopolítica en Medellín. Se privilegiaron aquellas organizaciones e iniciativas cuyo desarrollo estratégico estuviese fundamentado en las artes y las prácticas artísticas en cualquiera de sus expresiones (teatro, danza, clown, hip hop, producción audiovisual, promoción de lectura, grafiti, muralismo y/o artes expandidas), conducentes a procesos comunitarios de coproducción cultural, artística y creativa, más que en la venta de productos de consumo cultural.

Tabla 1
Perfil de organizaciones participantes en el estudio
Organización y año de fundaciónContexto de gestaciónPrácticas artísticas y culturalesAlgunos aportes claves (en función del proyecto de investigación)Comuna(s) de incidencia
Arlequín y los Juglares - 1972Iniciativa de un grupo de teatreros universitarios, en un contexto de crecimiento de migración rural y un auge de las luchas sindicalesTeatro y artes escénicas (títeres, performance, radioteatro, comparsa, happening, creación de personajes, textos dramáticos)● Plataforma de derechos Humanos Coordinación Colombia Europa Estados Unidos ● Festival Intercultural de Teatro Contarla para VivirComunas 3 y 4 (Aranjuez, Manrique, respectivamente)
Barrio Comparsa Inicio de actividades: 1983 Fundación: 1990Surge inicialmente como A Recreo Teatro en el contexto del auge del narcotráfico en la ciudad de MedellínComparsa, música y teatro callejero● Metodología Lúdica Acción, Participación, Transformación ● Sede de encuentro: Taller de la AlegríaComunas 1, 2, 3, 4 y 10 (Aranjuez, Manrique, Santa Cruz, Popular, La Candelaria, respectivamente)
Nuestra Gente 1987Surge para “dar cuenta de lo positivo de nuestros barrios y de cómo el arte y la cultura son el sentido de expresión vital de sus habitantes”, animados por las propuestas de la teología de la liberaciónTeatro y artes escénicas, biblioteca comunitaria● Articula la Plataforma Puente “Cultura Viva Comunitaria” en Medellín-Valle de Aburrá, la cual tiene presencia en 19 países)Comuna 2 (Santa Cruz)
Red Feminista Antimilitarista 1996Surge como un escenario político juvenil, que cuestionaba y generaba reflexiones críticas, en contra de la guerra, y el militarismo, así como alternativas para la organización comunitaria y acciones políticas desde la calle. Posteriormente, problematiza el papel de las mujeres empobrecidas, lesbianas, feministas como centro de su reflexiónEducación y comunicación popular● Escuela de formación feminista ● Escuela para niñas en la prevención de la violencia sexual ● Trabajo en colegios con hombres y mujeres para la prevención del reclutamiento forzado de las bandas narco paramilitares ● Acciones jurídicas, educativas y de atención para la garantía de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeresDiversas comunas
Casa Kolacho 2001Apuesta juvenil por la paz y la no violencia, conformado por 85 artistas y gestores culturales juveniles de 25 agrupacionesHip Hop (DJ, Rap, Graffiti, BBoy y Bgirl)● Escuela de hip hop "Kolacho" pasos que no son en vano ● El festival Revolución Sin Muertos/Revolución del AmorComuna 13 (San Javier)
Corporación Altavista 2001Surge para proponer una alternativa a un territorio estigmatizado por episodios de violencia que han dejado huellas en sus habitantes. Iniciativa de un profesor de un colegio convencido de la necesidad de oportunidades para los jóvenesProcesos formativos en Artes plásticas, Músicas, Teatro, Literatura, Zancos, Comparsa● Escuela Comunitaria de Artes ● Laboratorio de comunicacionesCorregimiento de Altavista
Agroarte 2002Surge en el contexto de las operaciones militares desarrolladas en la comuna 13, asociadas además a la Escombrera como una gran fosa de personas desaparecidas como una respuesta desde la memoria y la resistencia de la ciudadProcesos de formación, producción agraria, musical, comunicación y resistencia simbólica● Semillas de futuro ● Cuerpos gramaticales acciones simbólicas ● Rituales vivos ● Partido Las Doñas, acción política participativaComuna 13 (San Javier)
Acrobatic 2005Jóvenes que decidieron formar su propio grupo, impulsados por la necesidad de buscar fuentes de ingresos. Hoy son una organización de circo social y contemporáneoAcrobacia y artes circenses● Acrosport, dirigido a niños y niñas ● Escuela de Arte y Cultura para la No-ViolenciaComuna 7 (Robledo)
Ziruma 2005Surge como una iniciativa para recolectar juguetes para los y las niñas, que luego crece desde la reflexión sobre el contexto violento y el aporte de las artesTeatro y artes escénicas● Producción teatral centrada en las problemáticas de MedellínComuna 8 (Villa Hermosa)
Robledo Venga Parchemos 2012Una propuesta para poder “parchar” en el barrio a través del arte y la cultura, pues en ese momento los actores armados no permitían la circulación libre y tranquila de las personasArtes circenses● La Lunada Artística y Cultural ● Las Mingas al TAL ● Las cerveceadas literarias ● El Circo al Puente ● Escuela de Arte y Cultura para la No-ViolenciaComuna 7 (Robledo)
Corporación Biblioteca Comunitaria Sueños de Papel 2016Surge de la motivación de una estudiante de psicología, con un gran interés en la literatura. Así, surge la idea de hacer una biblioteca comunitaria para trabajar temas de salud mental y problemas sociales en el barrioBiblioteca comunitaria y literatura● Biblioteca comunitaria ● Periódico EntrecruzadosComunas 3 (Manrique)
Biocomunidad 2021La iniciativa surge para intercambiar material de reciclaje por necesidades sociales y culturales tales como alimentación, pintura y baileTalleres de arte● Bazares de ropa y juguetes ● Clases de danza y creación artísticaComuna 13 (San Javier)
Corporación Renovación 1991Surgen inicialmente en la comuna de Castilla como una apuesta por la formación ciudadana de los niños y los jóvenes a través de las artes plásticas, la danza, el teatro y los zancosArtes escénicas y plásticas● Talleres de teatro, zancos, danza y artes plásticasComuna 6 (Doce de Octubre)
Mi Comuna/Eduardo Galeano 2008Nacen, con presupuesto participativo, por iniciativa de unos jóvenes de Santa Cruz que tenían un periódico comunitario. Ante la necesidad de promover la cultura de la prensa escrita entre los habitantes de su zona de insistencia, iniciaron talleres de promoción de lectura y crearon dos salas de lecturaPeriodismo comunitario y promoción de lectura● Talleres de lectura y escritura ● Periódico comunitario Mi Comuna ● Dos salas de lectura: una infantil y una juvenilComuna 2 (Santa Cruz)
Casa Loma 2015Surge como una iniciativa social de varios jóvenes de la vereda La Loma, en San Cristóbal, después del desplazamiento de varias familias de la comunidad en el 2013 por grupos armados. Intentaban romper los cercos creados a través de las fronteras invisibles. Hoy en día tienen una programación cultural continua que incluye actividades relacionadas con la fotografía, la danza, el teatro, la música y el dibujoTalleres de arte● Clases de fotografía, danza, teatro, música y dibujoComuna 13 (San Javier), corregimiento de San Cristóbal
Nota. Elaborado a partir de los datos del proyecto.

Para la producción de datos se realizó el trabajo de campo entre mayo de 2022 y septiembre de 2024, que involucró un equipo de siete investigadores y dos jóvenes investigadores, quienes utilizaron las siguientes estrategias:

Revisión documental y sistematización de la información conducente al análisis del contexto de vulneración de mujeres, niños y jóvenes en la ciudad de Medellín, especialmente desde 2014 a la fecha.

Revisión documental y sistematización de la información producida por organizaciones e iniciativas artísticas y culturales de Medellín, alrededor de su papel en la resistencia frente al conflicto urbano. Para ello se diseñó y diligenció una ficha de reconocimiento organizativo y se incluyeron como fuentes sus centros de documentación, información de prensa y de diversos repositorios locales, además de sus sitios web y redes sociales. Se documentaron cerca de treinta iniciativas, de las cuales se seleccionaron 15, según criterios previamente descritos.

Asimismo, se realizaron 18 entrevistas semiestructuradas a actores clave de las organizaciones e iniciativas seleccionadas (gestores y/o ejecutores de las acciones) para identificar las trayectorias, producciones artísticas y dinámicas de cada organización, documentación de la obra colectiva, exploración de las formas de trabajo comunitario, formas de proyección de su propuesta, metodologías (creación, proyección y circulación) y articulaciones en red.

Observación participante de agendas culturales y ofertas educativas de las organizaciones seleccionadas durante ocho meses consecutivos (junio de 2022 y marzo de 2023).

Se realizaron recorridos etnográficos barriales en las zonas de influencia de las organizaciones seleccionadas con el fin de identificar espacios seguros y de protección para mujeres y jóvenes, derivados de las ofertas de las organizaciones.

Se realizaron tres grupos de discusión con miembros de las organizaciones con el fin de devolver y complementar el análisis de los datos producidos (marzo 2023, noviembre 2023 y junio de 2024).

Se realizaron dos talleres de mapeo de redes con actores clave de las organizaciones seleccionadas (agosto y septiembre de 2024).

El plan de análisis estuvo guiado por los objetivos y los conceptos orientadores, acogiendo categorías de referencia y con apertura a la emergencia de otras, siguiendo la lógica del análisis cualitativo etnográfico (Guber, 2019), consistente en reducción de los datos, agrupación y establecimiento de patrones y tendencias (Hammersley & Atkinson, 2005).

Como ya se indicó, la investigación basada en las artes fundamentó la producción de los siguientes resultados de apropiación social: una pieza de teatro colaborativa en la que participaron los integrantes de algunos de los colectivos (Creating Safer Space, 2024), una pieza musical con su videoclip (Gio Monteadentro, 2023), cuatro murales distribuidos en lugares de la ciudad identificados como espacios seguros construidos por el arte (Ospina Sánchez, 2023), cinco cápsulas audiovisuales[2] y un podcast de tres episodios[3]. Estos productos se inspiraron y fundamentaron en los hallazgos emergentes de la investigación. Se contó con el aval del Comité de Ética de Investigación de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia, actas CEI-FE 2021-34 y 2023- 233. Se garantizaron en todo el proceso la validez científica y social del estudio, la selección equitativa y el respeto por la autonomía de los participantes y su consentimiento informado, la confidencialidad y protección de datos, una adecuada custodia de la información y un balance adecuado entre riesgos y beneficios del estudio.

Resultados

A partir de la exploración de las dinámicas de las 15 organizaciones participantes en este estudio se resaltan dos hallazgos prioritarios. El primero tiene que ver con los procesos identitarios y de pertenencia territorial que se movilizan y se fortalecen con el desarrollo estratégico de las iniciativas artísticas y culturales, y que de alguna manera soportan y fundamentan la autoprotección. Gestores, ejecutores y audiencias son rostros cotidianos que recorren los barrios, de allí su legitimidad y reconocimiento. Esta autoprotección adquiere sentido precisamente porque ratifica la pertenencia colectiva al territorio y, por ende, el compromiso con los esfuerzos no violentos por permanecer en él y defenderlo. Todos son de allí: artistas y comunidades (incluso actores armados).

El segundo hallazgo muestra cómo el arte a través del fortalecimiento de capacidades afirmativas y habilitantes en las comunidades, además de estrategias de apropiación territorial, permite la creación de espacialidades seguras, con efectos sinérgicos para la autoprotección no violenta. Parche, calle y juntanza son su expresión.

Ser de ahí y permanecer en el territorio

La memoria de las iniciativas artísticas y culturales participantes en esta investigación, viene hilándose desde hace cincuenta años. Como se puede ver en la Figura 1, estas iniciativas crecieron y emergieron en los momentos más álgidos del conflicto en la ciudad de Medellín. Durante décadas, sus gestores/as y herederos/as, han mantenido vivo el espíritu resistente del arte para hacer frente a las complejas dinámicas de la ciudad, construyendo un sentido de autoprotección que amplía la idea hegemónica del resguardo de la integridad física, hacia una idea de integridad más compleja. Este giro supone que los cuerpos amenazados no son solamente materialidades físicas, sino además síntesis de mundos sociales y culturales que se extienden a cuerpos territoriales.

Entre las organizaciones se producen relacionamientos intergeneracionales; muchas de las iniciativas surgen de procesos anteriores, y se “multiplican” a partir de la estrategia de semilleros dirigidos a niños, niñas y jóvenes. Esta tarea permite mantener y prolongar el carácter autoprotector en los territorios y reconocer en estos intercambios la posibilidad de permanencia activa en los mismos:

Que seamos modelos es la mejor pedagogía para nosotros, miles de jóvenes siguieron el modelo y yo decía: Estos niños que yo conocí de doce años ahora son los directores, entonces yo miro a esos pela’os que ahora tienen comparsas mejores que la mía, no sabe lo que yo siento, yo me digo: esto sí sirvió. (Entrevista El Gordo, Barrio Comparsa, agosto 2022)

Alguna vez con una comunidad indígena en el Chocó aprendí lo que era el concepto de relevo generacional, que ellos llaman relevo acompasado: si doy un paso, el otro sabe que ese paso que di es un paso seguro. Entonces no es que yo corro y el otro viene y me brega a alcanzar, o me tumba o me quita. El acompasamiento es que paso a paso, poco a poco, yo doy un paso y el otro viene conmigo al lado, nadie adelanta al otro, todos van apropiándose de ese papel. (Entrevista, Arlequín y los juglares, agosto de 2022)

En ese sentido, lo relacional, lo emocional, los intercambios y las transformaciones son procesos fundamentales para entender el carácter ampliado de la autoprotección, que supera el resguardo de la integridad física. En otras palabras, es una versión de la autoprotección que no opera como señal de alarma o respuesta de emergencia ante eventos coyunturales, sino que se produce en permanencias, persistencias y perseverancias en el territorio, es decir en temporalidades prolongadas.

Línea de tiempo de organizaciones artísticas y culturales involucradas con el proyecto de investigación, Medellín, Colombia, 2024
Figura 1
Línea de tiempo de organizaciones artísticas y culturales involucradas con el proyecto de investigación, Medellín, Colombia, 2024
Nota. Elaborado a partir de los datos del proyecto.

Esta temporalidad prolongada se conecta con un elemento envolvente como es la legitimidad que los actores sociales del territorio les concedan a estas iniciativas, incluidos los mismos actores armados locales. El arte propone otras formas de vida, muchas veces contrarias a las que circulan corrientemente en los territorios, marcadas por unas ofertas ligadas a diversos consumos y reclutamiento precoz. Como lo plantaba Weber (2007), en los conflictos por el control del poder, las normativas jurídicas por sí solas resultan insuficientes, pues adquieren un papel subordinado frente a los mecanismos sociales que otorgan legitimidad y respaldo. Ser parte del barrio, que artistas y actores armados sean parte del mismo entramado de socialización y afectos, que ambos transiten por los mismos caminos, aunque con distintas trayectorias, legitima la acción protectora del arte que producen, no solo desde quienes se integraron a las iniciativas artístico-culturales, sino también desde quienes se integraron a los actores armados locales y en general desde quienes habitan los territorios.

Esto es parte del diálogo asincrónico desde las voces de Nuestra Gente, Barrio Comparsa, Renovación y Agroarte, quienes afirman que el arraigo, producto de habitar territorios históricamente marcados por la violencia, les permite su legitimidad. No son externos ni ajenos: nacieron, crecieron y trabajaron en los barrios; compartieron la infancia con quienes luego tomaron otros caminos, incluso la ilegalidad. Esa cercanía no es superficial: convivieron en el juego, en la calle, en las dificultades. Esa historia común los posiciona de manera diferente al intervenir en el territorio; desde su pertenencia, crean proyectos culturales y sociales que se sostienen en el reconocimiento de ser parte viva del mismo entorno (Nuestra Gente,entrevista octubre de 2022). En estos contextos, incluso cuando la presencia armada amenaza la vida cotidiana, las iniciativas artísticas permiten traspasar las fronteras invisibles apelando al vínculo afectivo entre los habitantes y al gesto colectivo, sostenido por la confianza y el reconocimiento mutuo. Desde el acto de maquillarse, de salir en comparsa, de habitar el espacio público con alegría y arte, se legitima esa herencia afectiva compartida fruto de la propia historia barrial y la memoria común. Para Renovación (Entrevista personal marzo de 2023), el arte se convierte así en puente hacia la vida, hacia el asombro, hacia lo humano, que se hace visible en el espacio público. Mostrar lo que hacen, dejarse ver, habitar la calle con sus rostros y acciones es una forma de que la comunidad los reconozca como actores legítimos del territorio. En esta lógica, no es suficiente con actuar bien: hay que ser vistos en dicha actuación (Agroarte, entrevista personal,marzo de 2023), porque la legitimidad no es otorgada desde afuera. Es una legitimidad construida por y desde ellos mismos, a través de prácticas simbólicas, afectivas y territoriales, donde el “nosotros” tiene un poder profundamente transformador:

Señor, no se meta por ahí, que le van a matar, le van a disparar. Mire pa arriba, ve allá. En esas azoteas hay unos muchachos mirando con fusiles, mirando con esas miras telescópicas (…) Entonces yo la miré a los ojos y le dije: señora, junte sus manos con los niños que trae y con todos los que venimos, porque en esta comparsa vienen las hermanas, las mamás, los tíos de esos muchachos que están arriba y yo no creo que le disparen a la mamá, ni a la novia, ni a nadie. (…) Venga júntese, cante conmigo y fuimos pasando la calle. Nadie nos disparó. Pasó la comparsa. (Entrevista El Gordo, Barrio Comparsa, agosto 2022)

Los espacios seguros que produce el arte que protege

La expansión de la autoprotección aparece en una conversación con el equipo de Arlequín y los Juglares, organización que inició actividades en 1972 y sigue activa hasta el momento en el que se escribe este artículo. Sus integrantes señalan cómo la historia de la ciudad ha producido unas ciudadanías inseguras y atemorizadas, con lo cual la fragilidad y la incertidumbre se instalan como sentimientos colectivos implícitos o explícitos en las comunidades. En ese sentido, la autoprotección que ofrece el arte es significada desde el punto de vista del fortalecimiento de procesos colectivos de generación de confianza consigo mismo y entre vecinos, que permite dar un giro y repensar la vida colectiva desde la esperanza y la proyección de futuro, de no morir aun estando vivos, de no desaparecer como sujetos/as con agencia en estas comunidades urbanas. Estas afirmaciones resuenan nuevamente con las palabras del “Gordo”, artista de la ciudad, curtido en las lides del arte que protege:

Lo colectivo tiene esa preponderancia de proteger al otro, (…), esto es, la celebración del espíritu, porque nosotros no estamos peleando con otros, ni en contra del otro. No, nosotros estamos celebrando que nuestro cuerpo está caliente, que está alegre, que pueda encontrar el diálogo con el otro, que pueda aprender con el otro, que pueda ser solidario con el otro. Yo creo que eso es lo que tiene de preponderante proteger al otro (Entrevista El Gordo, Barrio Comparsa, agosto 2022)

Para las personas que participaron en la investigación, la autoprotección se relaciona con procesos dirigidos al fortalecimiento de la vida colectiva, la apropiación de territorialidades seguras y un horizonte compartido de cuidado de la vida en común. Las movilizaciones principales que intermedian dichos procesos son las que permiten expandir el sentido de la autoprotección: por un lado, el reconocimiento entre las personas y las iniciativas que les permiten afianzar sus procesos identitarios y de estima colectiva (Honneth, 1997), y por el otro, la postura que asumen artistas y comunidades ante los actores armados en los territorios.

Un elemento clave que emerge en la trayectoria de las organizaciones es el reconocimiento de las mujeres y sus liderazgos como un elemento potente para impulsar capacidades afirmativas y agenciamientos para la autoprotección no violenta, en esferas micro y mesosociales. En el mural de la Figura 2 sobresale, en primer plano, la figura de una mujer danzando, correlato visual de los testimonios que resaltan su protagonismo para la autoprotección en los barrios:

Para nosotros y nosotras el lugar seguro es con las doñas. Desde siempre son las que nos han protegido y cuidado en los lugares que vamos; nuestra ancla en los distintos barrios o los lugares en que estamos son las doñas, son mujeres representativas en su gran mayoría, hombres también, pero en su gran mayoría mujeres representativas, que han sufrido alguna violencia, pero que son representativas en el territorio porque fueron fundadoras. Es un lugar seguro [estar] acompañados de ellas, por eso es [por lo que] en cada lugar llegamos con una doña, cuando llegamos con ella siempre es tranquilo, o sea ellas no hacen negociación, sino que tienen un gran respeto en esos lugares. Nosotros no pactamos ni con policías, ni con pillos, nosotros pactamos con las doñas (Entrevista Agroarte, marzo de 2023)

Mural Arte que protege, barrio Sinaí, Santa Cruz, Medellín, Colombia, junio de 2023
Figura 2
Mural Arte que protege, barrio Sinaí, Santa Cruz, Medellín, Colombia, junio de 2023
Nota. Archivo fotográfico proyecto de investigación.

Este mural también está narrando cómo el arte hace posible que el territorio se transforme en refugio placentero a través de acciones de apropiación y producción de espacialidades que se solapan a las del miedo y la amenaza. Con estos murales se señalaron espacialidades protectoras en cuatro puntos distintos de la ciudad de Medellín, lugares en disputa protegidos por el arte, espacios seguros correspondientes a porciones de territorio que cambian también en relación con el tiempo y que permiten tensionar las relaciones de poder que imponen los actores armados en el territorio y tornarse en espacios transitorios de asilo y albergue, no por ello menos legítimos para la vida barrial, sobre todo de jóvenes, niños, niñas y mujeres.

Estas espacialidades seguras se producen en el intercambio, en la escucha y en el acogimiento. Surgen también desde la invitación a la pregunta y la reflexión que propician las organizaciones. En estos escenarios se activa no solo la solidaridad, sino también una conciencia crítica sobre sus derechos, sus vulneraciones y la necesidad de asumir corresponsabilidades en su protección y garantía. Desde esta perspectiva, experiencias como la de Casa Loma (entrevista personal, marzo de 2023) revelan cómo el trabajo comunitario se orienta a prevenir el ingreso de niños y jóvenes en dinámicas violentas, y a acompañar procesos de desarme. Esta labor no parte de la exclusión, sino del reconocimiento de que muchos de los actores armados también son víctimas: personas atravesadas por la pobreza, la migración forzada o historias de violencia estructural. Lejos de juzgar o segregar, la apuesta es por comprender su humanidad, reconocerlos como parte de la comunidad e imaginar colectivamente futuros posibles que transformen las condiciones que sostienen la violencia. En concordancia, las iniciativas artísticas se orientan propositivamente a fortalecer capacidades afirmativas y habilitantes en las comunidades participantes, en escalas sinérgicas que conectan lo individual y lo colectivo.

Para hacer posibles estas sinergias, se torna fundamental la apropiación de estos espacios sociales de seguridad. En sus procesos con jóvenes, en la organización Renovación, algunos participantes manifestaban que muchos de ellos ni siquiera lograban imaginar su propia habitación o su barrio como un lugar seguro para seguir viviendo. Esta imposibilidad de representación muestra la profunda fractura en la relación con el entorno, que las organizaciones buscan reparar a través de vínculos afectivos, lenguajes simbólicos y experiencias compartidas que reafirman la pertenencia, la dignidad y el derecho a habitar sin miedo (Renovación, entrevista personal marzo 2023). De allí el privilegio que la mayoría de las iniciativas han dado a la calle. Tomarse el espacio público es una estrategia potente para hacer visible la pugna que propone el arte. Hacerse dueños del espacio público, reivindicar el afuera tantas veces proscrito y controlado por las normas de los actores armados.

Estas aspiraciones se concretan hoy en el parche, síntesis que nombra los espacios seguros que construye el arte en los barrios, equivalentes a espacios de encuentro sensible, espacios protectores de orden político y transformador. En los relatos comunitarios, el parche emerge como una estrategia vital de resistencia, cuidado y transformación. Para colectivos como Casa Loma (entrevista personal, marzo de 2023), el parche es mucho más que una reunión entre jóvenes; es un espacio protector donde pueden ser ellos mismos, desarrollarse, crecer, compartir el arte y la cultura, y construir vínculos que desactiven las violencias ancladas tanto en sus territorios como en sus propias historias. En estos espacios se cuestiona y se transforma el estigma que asocia a la juventud —y en especial a la juventud de ciertas comunas— con la violencia. El parche ofrece una alternativa concreta: un lugar de creación, contención y dignificación. Desde la experiencia de Robledo Venga Parchemos (entrevista personal, septiembre de 2023), el parche adquiere además una dimensión política. Juntarse entre jóvenes en barrios donde esa sola acción ha sido criminalizada o vista como sinónimo de amenaza, se convierte en un acto de reivindicación. En contextos donde predomina la desconfianza y la estigmatización, encontrarse para crear, ocupar el espacio público y proponer apuestas distintas por la vida es una forma de subversión simbólica. Como lo expresan sus integrantes, la intención era parchar en los lugares que les generaban miedo, cruzar las fronteras invisibles no con armas, sino con monociclos, narices de payaso y malabares. Esa presencia corporal y artística era, en sí misma, un mensaje: “no somos la amenaza”.

En ambos casos, el parche funciona como una práctica de reterritorialización, una manera de reapropiar el barrio desde el afecto, la creatividad y la colectividad. Es una respuesta al control social impuesto, pero también una afirmación de que otros modos de habitar, de convivir y de estar juntos son posibles y necesarios. Metafóricamente tomarse las calles y armar parches, han permitido que desde las iniciativas artísticas y culturales se arrebaten espacios para la vida, en esa pugna permanente y cambiante de la violencia en los barrios de Medellín.

Los espacios seguros que produce el arte son espacios no siempre ligados a una materialidad física, sino a un sentido simbólico, marcado sobre todo por la confianza de saber quiénes somos. Para Arlequín y los Juglares lo que genera el sentido de seguridad es la legitimidad ya mencionada, pero además la posibilidad de la juntanza creativa para comprender los problemas y sus alternativas desde otros lugares distintos a la cotidianidad de las violencias y la confianza para la expresión libre de las opiniones y sentires alrededor de potenciales utopías para la vida. Los espacios seguros también son un blindaje que interrumpe o suspende las temporalidades del miedo y las violencias, en tanto el arte se torna en pasaporte que permite transitar entre ellas.

Finalmente, todas estas dinámicas construyen otras formas de relación y posicionamiento frente a los actores armados y sus estrategias. En algunos casos la legitimidad y reconocimiento de las iniciativas artísticas y culturales pueden tornarse protectores ante situaciones de amenaza o riesgo. En otros casos es necesario surtir procesos de negociación y diálogo con quienes ostentan el poder armado en el barrio, bien sea para desarrollar actividades o proyectos, o bien porque ellos también hacen parte del territorio, están en sus calles, en sus cotidianidades, en sus dinámicas. En síntesis, en territorios marcados por la violencia y el control armado, el arte se convierte en una herramienta poderosa para abrir canales de diálogo; como relata un integrante de Barrio Comparsa, la creación artística facilita espacios de confianza, donde es posible encontrarse sin miedo. La dificultad central no es solo la presencia de actores armados, sino el miedo que paraliza: miedo a transitar, a cruzar fronteras invisibles, a acercarse al otro. Ese miedo alimenta el conflicto, justifica la violencia, rompe la posibilidad de mirarse como iguales. Sin embargo, cuando se crean escenarios culturales que propician el encuentro —como las comparsas, las fiestas comunitarias o las expresiones colectivas—, se rompe esa lógica del terror. El arte ofrece una atmósfera distinta: en lugar de amenazas, se instala la palabra; en lugar de sospecha, se genera confianza. De este modo, se habilita la posibilidad de hablar, de escucharse, de mirarse a los ojos. Así, el arte no solo embellece el territorio, sino que habilita formas de negociación y reconocimiento mutuo, incluso con aquellos que han sido parte del conflicto armado (Barrio Comparsa, entrevista personal agosto 2022).

Discusión

La propuesta de autoprotección expandida que permiten las artes y las prácticas artísticas en contextos de conflictos complejos es el principal aporte de este estudio, cuya potencia se deriva de la combinación de los vínculos y los cuidados que dinamizan estas iniciativas, para otorgar un nuevo sentido a la protección y la seguridad, por fuera de acciones fragmentadas e instrumentales. Reconocer las derivas de estas ideas es fundamental para comprender el papel autoprotector que el arte ha desempeñado en conflictos de larga duración. Esta comprensión es clave para el diseño de políticas y estrategias de gestión que optimicen las condiciones en las que estas prácticas se llevan a cabo, así como para fortalecer su contribución a los procesos de autoprotección comunitaria en escenarios diversos.

La protección, procedente del latín protectio, define la acción para impedir que una persona reciba algún daño, perjuicio o que llegue hasta ella algo que lo produzca, mientras la seguridad alude a la confianza que produce la ausencia de peligro y/o riesgo. Las acciones de cuidado que en esencia mantienen la existencia, son un mosaico de múltiples posibilidades, alguna de ellas con fines protectores, con lo cual la protección puede considerarse como parte del universo del cuidado y a la vez garantía de seguridad.

Para Leonardo Boff (2002), el cuidado es una actitud que involucra múltiples actos dirigidos a la intención de ocuparse y comprometerse afectivamente con el otro y con lo común, estableciendo así un modo de ser que constituye básicamente la revelación de lo humano. En sus orígenes etimológicos el cuidado se relaciona con mostrar interés, disposición y diligencia, creando una intención vinculante y marcando una forma de relacionarnos con las personas y las cosas. También, señala este autor que el modo de ser cuidado nos conecta en un mundo de relación sujeto-sujeto, donde incluso la naturaleza deja de ser objeto de control para convertirse en sujeto simbólico; superando la relación de dominio, por relaciones de convivencia, interacción y comunión:

Este modo de ser en el mundo en forma de cuidado, permite al ser humano vivir la experiencia fundamental del valor [...] no del valor utilitarista [sino] del valor sustantivo [donde] surge la dimensión de alteridad, de respeto, de sacralidad, de reciprocidad y de complementariedad. (Boff, 2002, p. 178)

El cuidado aparece unido a la preocupación por mantener la existencia y contribuir estratégicamente al mantenimiento de la vida en una relación de interdependencia, donde todos/todas somos a la vez cuidadores y sujetos de cuidado, en una dimensión corporizada pero también afectivo-relacional. El acto de cuidar puede entenderse como una práctica fundamental mediante la cual las personas se ocupan de preservar, sostener o restaurar las condiciones necesarias para la existencia digna. Esta labor abarca tanto los aspectos físicos y emocionales de los individuos como los entornos materiales y simbólicos de la vida cotidiana (Tronto, 2018), organizando una sensibilidad moral y una forma de relacionarnos para el mantenimiento de un mundo común habitable.

Precisamente, el cuidado que se expresa a través del arte en el contexto del conflicto de la ciudad, cuyo objetivo es también la autoprotección, está poniendo en su centro movilizaciones sensibles (Álvarez Domínguez & Trachana, 2022) para la comprensión de la realidad (Muñoz et al., 2020). Frente a las conflictividades y fuerzas que pretenden destruir la vida en la cotidianidad de los barrios, las iniciativas artísticas y culturales fortalecen la ayuda mutua y la solidaridad como formas de relacionamiento privilegiadas, en un esfuerzo por proteger la vida en común. Estos factores de carácter vinculante están claramente expuestos en el sentido de la autoprotección que emerge de las iniciativas artísticas, a partir de elementos procesuales de reconocimiento, establecimiento de espacios seguros y una postura crítica antes los actores armados del territorio (Comins-Mingol & París- Albert, 2020).

En las estrategias artísticas se encuentra que algunas acciones guiadas por el cuidado logran proteger desde la oposición, mientras otras lo hacen desde la afirmación. Las primeras desencadenan mecanismos dirigidos a producir nuevas territorialidades o territorialidades superpuestas, mediante mensajes explícitos y/o simbólicos alrededor del reclamo de espacios seguros (Álvarez Domínguez & Trachana, 2022), tanto para quienes participan activamente de las iniciativas, como para el resto de la comunidad. Las segundas, complementariamente, permiten la apropiación de dichas territorialidades. Estas acciones se adentran en el espacio emocional de las comunidades y generan conexiones sentimentales que fomentan la creación de vínculos de solidaridad y pertenencia (Álvarez Domínguez & Trachana, 2022; Bliesemann de Guevara & Cole, 2024), además de procesos de reconocimiento (Muñoz et al., 2020). No obstante, aunque es posible reconocer el cuidado como postura transversal e identificar sus repercusiones protectoras, su resultado sobre la sensación de seguridad es limitada, así como lo analizan otras experiencias, donde la persistencia y permanencia de actores armados impide tener una plena sensación de confianza (Kerr, 2020; Nilsson & González Marín, 2019; Silva Ojeda, 2023).

Orientar la protección del arte bajo la perspectiva del cuidado, implica pensarlo como una práctica que contribuye al sostenimiento de la vida en conjunto con otros y la restauración de lo que es compartido, mediante propuestas de colaboración y cooperativismo, que pueden tener tanto un carácter permanente como efímero, pero que en todo caso son actos políticos para tejer vínculos incluso en tiempos y espacios donde todo parece desmoronarse (Vega Solís, 2019). Siguiendo a Mariluz Esteban (2017), y a partir de lo aprendido con y desde las organizaciones artísticas y culturales, es posible señalar que, en estos casos, el apoyo mutuo se torna en una manera de respaldo simbólico y práctico entre personas, que va más allá de las necesidades comunes y diarias, y se materializa en la creación de proyectos individuales y colectivos alternativos. Es decir, si como se viene proponiendo, se pone el cuidado como eje organizador del arte que protege, lo que se encuentra es el florecimiento de múltiples formas de cooperación, que se entrelazan en multiplicidad de relaciones para lograr agenciamientos y autonomía en las decisiones y en la apropiación de un territorio común y seguro para el sostenimiento de la vida (Bliesemann de Guevara et al., 2023).

Conclusiones

Los hallazgos de esta investigación permiten concluir que las prácticas artísticas y culturales desarrolladas por organizaciones de base comunitaria en Medellín configuran una forma de autoprotección expandida, cuya potencia radica en su capacidad de generar vínculos, fortalecer el tejido social y propiciar dinámicas territoriales sostenidas en el cuidado colectivo. Estas iniciativas no solo confrontan las múltiples expresiones de la violencia urbana, sino que también constituyen apuestas éticas y políticas que interpelan las lógicas de seguridad centradas en el control y la vigilancia.

Lejos de limitarse a una respuesta reactiva ante amenazas físicas, la autoprotección que emerge en estos contextos incorpora dimensiones emocionales, simbólicas, territoriales y relacionales, y se fundamenta en la creación de espacios seguros que operan como refugios afectivos, culturales y políticos. En dichos espacios, el arte actúa como mediador de reconocimiento mutuo, resignificación del territorio y reconfiguración del sentido de pertenencia, haciendo posible el sostenimiento de la vida.

Asimismo, se constata que el arraigo, la legitimidad comunitaria y la continuidad de estas experiencias artísticas constituyen elementos clave en la configuración de capacidades afirmativas y habilitantes. La figura del “parche”, como expresión de juntanza creativa, se consolida como un dispositivo que activa formas de reapropiación territorial cotidiana frente a la fragmentación impuesta por la violencia armada.

Desde esta perspectiva, el estudio aporta una comprensión ampliada del concepto de autoprotección, que desborda las nociones tradicionales centradas en la integridad física para incorporar el cuidado como eje estructurante de la acción colectiva. Ello implica reconocer el arte no como un elemento accesorio, sino como una práctica sustantiva de protección civil no armada, con capacidad para incidir en la transformación de los vínculos sociales, la generación de agencia comunitaria y la producción de nuevas condiciones de habitabilidad y esperanza en los territorios.

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Notas

[1] Sisma Mujer es una entidad feminista con sede en Colombia que orienta su labor al fortalecimiento del movimiento de mujeres mediante procesos de acompañamiento y apoyo a personas que han sido afectadas por diversas formas de violencia y discriminación motivadas por razones de género. Su intervención se desarrolla en contextos tanto privados como públicos, con el propósito de promover el ejercicio pleno de los derechos humanos, ampliar las capacidades de participación ciudadana de las mujeres y reconocerlas como sujetos activos en la transformación de sus condiciones de vida. Este trabajo se fundamenta en un enfoque interdisciplinario, jurídico y centrado en los derechos humanos. Ver: https://sismamujer.org/

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