Editorial
Mujeres: Educación y ciencia
Women: Education and science
Mujeres: Educación y ciencia
Revista Virtual Universidad Católica del Norte, núm. 76, pp. 1-6, 2025
Fundación Universitaria Católica del Norte
La inserción de la mujer en la educación, en el mundo del trabajo y en la ciencia generó cambios abismales en las relaciones de la vida privada, que transformaron su rol y la conectaron con el escenario público. Pero ¿qué dinámicas favorecieron el acceso y participación de las mujeres en la educación, la investigación y la ciencia? Aunque siempre estuvieron vinculadas con el conocimiento, en algunos casos se asumió como parte de la cotidianidad, cuyo referente se asoció a su labor como madre, esposa, ama de casa. Una de las formas en que las mujeres incursionaron en escenarios públicos se asoció con labores relacionadas con la caridad, la beneficencia y la acción social-asistencia pública (Castro Carvajal, 2007); pues desde allí se proyectó a la mujer más allá del escenario familiar y del hogar. Otra actividad que la situó en la escena pública fue la docencia, que ejerció desde el siglo XIX y que le otorgó un papel ligado al conocimiento en su labor como maestra, además la acercó a un espacio de sociabilidad y a la interacción con docentes y padres de familia. Para el reconocimiento político debió transitar por movilizaciones, negociaciones y posicionamiento como sujeto de derecho, que no fue nada sencillo, como se ha abordado en otros estudios (Cano, 1993; Luna & Villarreal, 1994), pero que paulatinamente le permitieron conquistar un papel político, social y económico que ha sido reconocido.
Esto permite ver cómo las mujeres incursionaron en la escena pública y paulatinamente fueron conquistando posiciones en el mundo político, intelectual y científico, y tiempo después fueron reconocidas por sus labores como profesionales, como lideresas y como investigadoras capaces de aportar a la comprensión, a la transformación de la realidad social y a crear escenarios distintos.
El papel de las mujeres en la ciencia y en la investigación ha crecido en los últimos tiempos, aunque Waksman Minsky (2005), cuando habla de las mujeres en la ciencia, señala que solamente 11 premios Nobel en física, ciencia y medicina se otorgaron en el siglo XX a mujeres. Pero, el desarrollo de la ciencia y la investigación se ha medido con diversos mecanismos que están ligados también a la investigación educativa, en ciencias sociales y humanas, donde el protagonismo de las mujeres ha sido más dinámico y reconocido por sus pares. El papel de las mujeres en la investigación transitó por diversas etapas, en algunos casos superando barreras y obstáculos que la sociedad patriarcal había utilizado para afianzar las desigualdades de género (Perrot, 1992, p. 80; Scott, 2009); en otros casos fue progresivo, según la experiencia y el grado de reconocimiento, pero que les permitieron a las mujeres incorporarse en el mundo de la ciencia y la tecnología.
El ingreso de las mujeres a la universidad en Europa y Estados Unidos, según Valles Ruiz y González Victoria (2011), fue lento, se produjo a finales del siglo XIX; pero en Colombia fue más tardío, hacia los años sesenta. Luego vino otra etapa, la vinculación a las academias de ciencias, su producción académica y reconocimiento. El acceso de las mujeres a la educación superior, desde los diversos campos del conocimiento, ha hecho que más número de mujeres participen en investigaciones, en docencia, en cargos de dirección y administración; así se han roto barreras y estereotipos en torno al conocimiento y al papel de las mujeres como científicas.
Pero ¿cómo sacar las voces femeninas del silenciamiento, de la invisibilización y de la omisión? De acuerdo con los contextos, las mujeres han sido silenciadas debido a sesgos, concepciones y formas diversas de percibir la ciencia y la tecnología. Pero, sobre todo en escenarios donde la ciencia fue vista como la acción de los hombres y grandes personajes, desde donde se derivaban teorías y prácticas que incidieron en crear prototipos y estereotipos de personajes y escenarios, donde las mujeres se desdibujan o desaparecen, mientras se afianzan las desigualdades políticas, sociales, de clase y de género.
Aunque tangencialmente, en algunos casos, las mujeres han participado en el estudio y elaboración de la ciencia, Pérez Sedeño (2001, pp. 9-10) refiere 3 momentos clave en la lucha de las mujeres por el acceso a la educación, los que sitúa desde el Renacimiento y las revoluciones científicas, y la aceptación en las academias de ciencias, hasta el reconocimiento de las investigaciones y la producción de conocimiento, que las acercan a escenarios sociales, económicos y culturales, y a ser protagonistas como investigadoras, gestoras y trabajadoras de ciencia y tecnología. No obstante, desde nuestra óptica debe mirarse según las realidades particulares y contextos, pues el papel de las mujeres ha estado presente, aunque su reconocimiento no haya sido visible.
Algunos casos exitosos de mujeres en la ciencia, a mediados del siglo XX, fueron los de Marjory Stephenson y Kathleen Londsdale, al ser aceptadas en la academia Royal Society en 1945 (Pérez Sedeño, 2001, p. 10). Estos casos permiten ver la presencia paulatina de las mujeres, que con su tesón lograron hacer aportes significativos y que inspiraron a otras a continuar en la búsqueda de un reconocimiento académico-investigativo. Muchos cambios se generaron en la segunda mitad del siglo XX, debido a la incursión de las mujeres en el mundo laboral, y al acceso de las mujeres a las instituciones universitarias como parte del proceso de formación (Waksman Minsky, 2005, p. 6). Precisamente, la incursión en el mundo laboral generó cambios en las estructuras sociales y en la concepción de la labor de las mujeres; en muchos casos, se convirtieron en proveedoras y contribuyeron en sus contornos familiares y sociales al sostenimiento.
En otros, se generó independencia económica; así, las mujeres asumieron responsabilidades en varios rangos, donde tuvieron protagonismo central. Por ejemplo, en la empresa, en la administración, en la educación, para citar solamente algunos casos; lo que paulatinamente promovió cambios en su cotidianidad y en la percepción que la sociedad tuvo sobre su desempeño y sobre sus actividades en el mundo social y laboral, las que a su vez le imprimieron un espíritu emancipador.
Algunas de las dificultades con las que se han encontrado, las mujeres, en el mundo de la investigación, la ciencia y en el desarrollo de actividades administrativas, es que deben compartir sus actividades profesionales con las labores de madre y esposa, además de introducirse en un entorno tradicionalmente masculino, donde perviven referentes patriarcales que hacen parte de los imaginarios colectivos. Aunque se han introducido cambios, es complejo para muchas romper con esos estereotipos de sociedad, que marcan relaciones de poder y dominación.
A partir de las luchas logradas por las mujeres, se transformó la percepción de que estas debían estar limitadas al hogar. Así, desde finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI las mujeres se han dejado seducir por los espacios académicos, donde han conquistado un saber, lo han procesado intelectualmente, y a partir de allí han realizado análisis y aportes sustanciales al mundo del conocimiento. A través de sus labores como investigadoras y autoras, las mujeres han hecho aportes sustanciales al conocimiento, lo que les imprime un valor social y cultural particular. De esta manera, se han cambiado estereotipos de mujeres en torno a la ciencia, la investigación y las tecnologías, desde donde se piensa y dinamiza la sociedad, lo que ha generado rupturas y discontinuidades en sus roles tradicionales derivados de las relaciones patriarcales.
Durante la década de los años sesenta del siglo XX se promovió la formación de masa crítica, debido a la permeabilidad de las teorías sociales en todos los campos del saber, lo que despertó sensibilidades por lo social, particularmente por el reconocimiento y estudio de sociedades marginales, excluidas e invisibilizadas, así como por el análisis de procesos de hegemonía y resistencia, de centro y periferia; modernidad y tradición, entre otras. En ese sentido, los estudios sobre las dicotomías concibieron la polarización de otra manera, más en sentido de clase, pues con ello se pretendió hacer visibles procesos de marginación, de pobreza y de concentración de la riqueza; pero en el centro del debate también estaba la preocupación por los estudios en torno a las mujeres y sus luchas.
En la década de los años setenta surgió una generación de intelectuales, ligado a los movimientos de mujeres que reclamaban igualdad de derechos, quienes leyeron la sociedad de otra manera; además, proyectaron, en el ámbito mundial, cambios importantes, buscando un mayor equilibrio social y cultural, que permitiera relaciones más horizontales en todos los órdenes. Y en cuanto a la mujer, se ahondó en propuestas y proyectos con miras a romper con las tradiciones hegemónicas y lograr procesos emancipatorios.
Otro componente es la indagación de las mujeres como objeto de investigación. Ligado a las teorías sociales y particularmente a perspectivas marxistas, la mujer empezó a ser estudiada hacia finales de los años sesenta, cuando a partir de los movimientos de mujeres se empezó a repensar la estructura del pensamiento occidental, de donde se derivó que el papel de las mujeres había estado ausente de las interpretaciones masculinas. En muchas ocasiones estaban relegadas a la esfera privada, como esposas, madres o integrantes de una familia. Así, desde las teorías feministas se plantearon reflexiones que llevaron a preguntarse por el papel de las mujeres en diversos escenarios, ámbitos y escalas. Adicionalmente, el uso de teorías como los de abajo, la gente corriente, las subalternidades, la otredad, los estudios poscoloniales, y otras teorías han aportado referentes teórico- metodológicos para el estudio de grupos que hasta el momento habían estado marginados de las interpretaciones.
En tal sentido, las historiadoras feministas se preocuparon por sacar a luz la descuidada historia de mujeres y por reorganizar las hipótesis de investigación, por ejemplo, como periodizar la historia, modo de poner más el acento en las experiencias de las mujeres. (Ferguson, 1999)
La participación de mujeres en el campo académico y científico ha aumentado en los últimos años, lo que ha sido considerado por diversos países. No obstante, la disparidad sigue siendo una constante porque el género masculino supera la producción de las mujeres, en algunos casos, y según el campo del conocimiento el porcentaje puede ser mayor, pero también puede estar permeado por la pervivencia de imaginarios patriarcales, que aún hacen parte de la estructura social.
En el caso de la educación y de las ciencias humanas la incursión de las mujeres ha sido más temprana; por ejemplo, en el caso colombiano las mujeres desde el siglo XIX ejercen la labor de docentes, lo que ha sido una constante. En el caso de la historia, mujeres como Pilar Gonzalbo, Reina Pastor, Gilma Mora de Tovar, Inés Pinto de Montaña, Margarita González, Margarita Garrido, y otras se formaron como doctoras en historia en los años setenta y desde allí han tenido un protagonismo significativo en el historiografía. A partir de sus investigaciones se puedo apreciar el tránsito de corrientes historiográficas como la nueva historia, la historia económica y social, que han dinamizado el conocimiento historiográfico. También, estas mujeres han participado como autoras, editoras de libros y revistas, y como evaluadoras. Otras investigadoras también de talla nacional e internacional, como María Cristina Salazar (de Fals), Donny Meertens, y otras, han dejado hullas muy importantes en la investigación social, que han servido de base para que un número considerable de mujeres hubiésemos seguido ahondando en las temáticas, acogiendo sus propuestas metodológicas; a la vez seguir motivando las indagaciones en ciencia, tecnología, lo que nos ha permitido democratizar la ciencia, asumir una posición emancipadora, crítica y transformadora de nuestra realidad; y desde la investigación que a diario desarrollamos, construimos escenarios para la comprensión de la sociedad, en búsqueda de equidad y justicia social.
Referencias
Cano, G. (1993). Revolución, feminismo y ciudadanía en México, 1915-1940. En G. Duby & M. Perrot (Dirs.), Historia de las Mujeres en el siglo XX (pp. 685-696). Editorial Taurus.
Castro Carvajal, B. (2007). Los Inicios de la asistencia social en Colombia. Revista CS, (1), 157-188. https://doi.org/10.18046/recs.i1.405
Ferguson, A. (1999). ¿Qué son los estudios de la mujer y cuál es su futuro? (M. I. Santa Cruz, Trad.). Hiparquia, 10. http://www.hiparquia.fahce.unlp.edu.ar/numeros/volx/bfque-son-los-estudios-de-la-mujer-y-cual-es-su-futuro
Luna, L. G., & Villarreal, N. (1994). Historia, Género y Política. Movimientos de mujeres y participación política en Colombia, 1930-1991. Universidad de Barcelona.
Pérez Sedeño, E. (2001). A modo de introducción: Las mujeres en el sistema de Ciencia y tecnología. En E. Pérez Sedeño (Coord. & Comp.), las Mujeres en el sistema de ciencia y tecnología. Estudios de Caso (pp. 9-18). Organización de los Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Perrot, M. (1992). Haciendo historia. Las mujeres en Francia. En C. Escandón (Comp.), Género e Historia: La historiografía sobre la mujer. UAM.
Scott, J. (2009). Historia de las Mujeres. En P. Burke(Ed.), Formas de Hacer Historia (pp. 59-90). Alianza Editorial.
Valles Ruiz, R. M., & González Victoria, R. M. (2011). Mujeres en la ciencia: Un mundo por conocer. En E. Hernández Carballido (Coord.), Cultura y Género. Expresiones artísticas, mediaciones culturales y escenarios sociales en México. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. https://www.uaeh.edu.mx/investigacion/productos/4924/mujeres_ciencia.pdf
Waksman Minsky, N. (2005, enero-marzo). El papel de la mujer en la ciencia. Ciencia UANL, 8(1), 3-6. https://www.redalyc.org/pdf/402/40280101.pdf
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