¿PROFESOR, MAESTRO, ARTISTA O TERAPEUTA?


 

Autor

Álvaro D. Cardona Marín

Docente
Fundación Universitaria Católica del Norte
adcardonam@ucn.edu.co

Contacto: crisalba@epm.net.co

Resumen.

Muchos de nuestros profesores de infancia han influido notablemente en cada uno de nosotros, de una forma positiva o negativa. Esta afirmación abre las puertas para reflexionar en torno a la diferencia conceptual y vivencial que puede haber entre profesor y maestro. De esto trata el presente artículo.

PALABRAS Y EXPRESIONES CLAVE

Potencial de aprendizaje, profesor, maestro, terapeuta, artista, transformación, vulnerabilidad, cultura, alineación, presencia, recordar y resignificar.

Cuando recordamos nuestros años de niñez y adolescencia seguro encontramos imágenes y experiencias en el colegio o escuela, y sin duda alguna recordamos a nuestros profesores, los métodos y técnicas de enseñanza practicadas en aquellos tiempos.

Todos los profesores permanecen en nuestra memoria, unos porque fueron modelos y otros por lo estrictos, distantes o cumplidores de normas, cuya justificación residía en la consabida frase: "Sin normas y sin disciplina no se pueden formar buenos alumnos".

Después de muchos años de haber pasado por nuestra formación básica y secundaria, aflora una inquietud: ¿será que todos los profesores que tuvimos dejaron en nosotros la mejor huella, el mejor recuerdo o el mejor aprendizaje? ¿Agradecemos sus comportamientos estrictos?

Seguramente habrá muchas opiniones al respecto; no obstante, si analizamos más de cerca, podremos ver con claridad a través del tiempo que cada profesor se caracterizaba por algo, bien por su capacidad de escuchar o por su cantidad de conocimiento o por lo normativo que era. Aún así, todos ellos influyeron en nuestra forma de ver el mundo y, posiblemente, en el presente que vivimos. Quizás muchas de estas experiencias puedan estar obstaculizando nuestro verdadero potencial de aprendizaje.

Al reflexionar acerca de lo que significan el profesor, el maestro y el terapeuta (y las profundas relaciones entre estos términos), me he remitido a mi experiencia propia como alumno… En estas líneas precisamente encuentro una posibilidad más de comprender un poco la calidad de profesores que tuve. Recordar, reflexionar y resignificar permite trascender esa historia y sentar nuevas bases, en mi caso, como docente y terapeuta. Por ejemplo… recuerdo que cuando alumno tuve una experiencia única para los niños de mi edad, tenía problemas visuales y me resultaba bastante difícil poder copiar al tablero todo lo que escribía el profesor. Ahora trato de rememorar cual fue la actitud estos profesores… sólo uno o dos comprendieron que yo no era un problema, sino un alumno con un problema.

Sé que ellos no podían hacerme el trabajo más fácil, pero sí por lo menos más llevadero. ¡Como fue de importante que estos pocos maestros que tuve, que aunque no recuerdo sus nombres, me ayudaran a descubrir cómo sortear estas dificultades en forma mas ágil y agradable!

Aprendí con ellos a pedir ayuda, a administrar mejor mi tiempo, a buscar alternativas que me ayudaran a sentirme parte de mis compañeros, sentí también que algo en mí me impulsaba a seguir aprendiendo a pesar de mi dificultad; hoy me pregunto...¿será que ellos también me ayudaron a sanar algo en mí? Aún para mí es un misterio muchos de los efectos que tuvieron y tienen los maestros en nuestra vida.

La función sanadora el maestro
Creo firmemente que el terapeuta-maestro tiene una función sanadora y de aprendizaje como de transformación interior, puesto que requiere vivir su propia transformación con sus alumnos o consultantes. Esto le permitirá pasar de ser un sanador-herido a un sanador-sanado, pues su vivencia y confrontación con la propia vida lo harán descubrir ciertas cualidades.

Quizás la única transformación profunda que un maestro tiene en la vida es la que es capaz de vivir y sentir en "su propia carne", para luego aceptar el compromiso con el conocimiento del otro.

La enseñanza como la terapéutica es un arte y como todas las artes puede ser aprehendida en el encuentro con la transformación mutua. Este reto particular lo asume cada persona que desee convertirse con sus buenas intenciones en un profesor o maestro, todo depende del artista; es decir de su talento, su empeño o motivación y conocimiento.

Puede que muchos de nosotros en cuanto docentes estemos en el tránsito de profesor a maestro, porque este arte se depura y perfecciona día a día si logramos despertar en nosotros en cada encuentro un proceso creativo. "Producir arte es embriagador, es uno de los grandes goces de la vida. En el proceso creativo lo mismo que al enamorarnos tomamos contacto con nuestra dulzura, nuestro deseo nuestra intención poderosa y nuestra profunda meditación" (ZINKER.1977, p.12)

La clave fundamental del maestro es tener una actitud tranquila, ser testigo y no juez de lo bien y mal hecho, sino más bien descubrir dónde se obstaculiza el fluir único de cada estudiante. Para que los alumnos se expresen de manera auténtica es necesario dar confianza. No se puede aprender de alguien de quien se desconfía, pero tampoco se puede enseñar a alguien que no cree.

¿Por qué tener profesores cuando es mejor tener maestros? Sí es posible pasar de profesor a maestro, pero a veces pasa lo contrario, y esto es algo grave. Hasta se diría que necesitan de un terapeuta o un artista que les devuelva la apertura que se vive en el amor como experiencia de vulnerabilidad, de ser capaz de conectarse con la profundidad, la sabiduría y la gracia.
Podría decir que profesor es el que profesa o cree en sus actitudes y conocimientos como correctos, y maestro el que muestra o señala al horizonte para que sea descubierto por el alumno y a la vez redescubierto por el mismo y lo hace precisamente no para que le miren el dedo indicativo, como algunos alumnos quieren verlo.

Volviendo a la comparación, el terapeuta sabe que en algunos momentos tiene que ser profesor y en otros maestro, pero después de pasar de la escucha del conocimiento a la escucha del corazón." Cómo buen guía, el terapeuta debe conocer las características del terreno, de modo que el sendero elegido conduzca a la persona a donde desea llegar, en el momento que esté preparada para hacerlo" (ZINKER.1977, p.17)

La función del maestro es una de las más importantes en nuestra cultura. No sólo porque trasmite conocimientos y habilidades, sino porque influye profundamente en la filosofía de vida de sus alumnos. No obstante, algunos aún podemos estar actuando como profesores sin darnos cuenta de que esta práctica es una práctica de la presencia, de un encuentro natural y simple que requiere un acto de valentía.

La labor del maestro en la cultura es muy distinta. Un buen maestro va mas allá de la simple transmisión de conocimientos: su tarea ha de ser primeramente la de ayudar los otros a ser menos alienados, menos defensivos y más buscadores de nuevos sentidos y adaptables a realidades sociales y espirituales emergentes.

Encuentro dos causas relativas a la deficiencia de maestros y abundancia de profesores. Porque los profesionales entran a enseñar sin recibir adiestramiento para enseñar y además algunos con el tiempo se vuelven mecánicos, sin generar creativamente nuevas formas de aprender, esto es indiferencia por costumbre y experiencia, todo por esa falta de despertar el artista, el mago, el visionario.

La relación paciente y terapeuta o alumno y maestro son en si una de las más complejas, pues muchas veces se supone que el maestro o terapeuta tiene la claridad (no solo conceptual) constante y permanente de su conciencia: el terapeuta debe ser sano y el maestro debe ser sabio, y nada más lejos de la realidad, lo que si nos podemos preguntar es si los dos tienen la capacidad de transformación. Si la hay, podremos entonces esperar la oportunidad para erradicar el sufrimiento y la ignorancia.

Para finalizar
Un profesor se centra básicamente en mostrar las temáticas y contenidos desde la lógica y sabe muy bien que ocurre en la cabeza de su alumno, pero no tiene la menor idea de cómo facilitar su apertura, no se interroga por las transformaciones que tienen lugar en sí mismo y en sus alumnos cuando trasmite su saber, es decir se focaliza en el que deben aprender y olvida el cómo lo aprenden mejor.

La pregunta que surge es: ¿cómo establecer contacto entre el maestro y el alumno de tal manera que no se sientan las divisiones de las etiquetas y lo juicios y se vaya mas allá de las ideas preconcebidas?

Que pasaría si como maestros o terapeutas no intentáramos buscar significados ocultos y más bien nos dedicáramos simplemente a observar y sentir lo que ocurre en el proceso de esta relación? ¿En qué momentos de la relación con nuestros alumnos les estamos impidiendo ser lo que son sin pretender cambiar nada? Cuanto nos sorprendemos cuando descubrimos después de una experiencia particular en la terapia que lo que manifiesta el cliente también me está sucediendo a mí. Es en este momento cuando podemos compartir nuestra presencia como seres humanos reales.

"No da lo mismo preguntar "¿porque eres así?" "¿qué sucede?" Lo que permite el cambio real no es alejarse de la situación y tratar de imaginarla, sino experimentar realmente lo que ocurre. Cuando vemos con claridad lo que sucede nuestra conciencia se acopla a la realidad y aumenta nuestro grado de unidad interna", (WELWOOD. 1990, p.180).

BIBLIOGRAFÍA

SINDNEY, Hook. Educación para una nueva era. Norma, 1967. 322p.

WELWOOD, Jhon. Psicoterapia y salud en oriente y occidente. Kairós, 1990. 292p.

ZINKER, Joseph. El proceso creativo en la terapia gestáltica. Buenos Aires: Paidós, 1979. 210p.